-te juego a que no te hacés la pileta completa debajo del agua?
-sí que puedo
-en cuánto tiempo?
-tomámelo.
-vas y volvés?
-vale el envión contra la pared?
-sí, vale.
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ella se sobresalta, le falta el aire, hasta que logra respirar profundo.
otra vez el mismo sueño.
-la próxima vez le diré que no vale el envión, porque no me sirve: la pared se mueve.
son las tres de la mañana, en menos de cuatro deberá estar en pie.
en un departamento que está en el edificio del otro lado del pulmón de manzana, se enciende una luz.
alguien se reclina, levanta y camina frente a la ventana.
-al menos somos dos, se consuela, vuelve ala cama y se duerme.
un beso amentolado profundo.
una caricia en la mano.
un abrazo reiterado.
un masaje en la espalda.
un piropo imprevisto.
un deseo confesado.
un amor repentino.
un sí arriesgado.
una noche bien sudada con sábanas arrugadas, de besos tropezados, caricias descaradas, masajes entregados, piropos en los ojos, deseos extremistas, amores jurados, y sí profundos.
buenas noches.
a quienes compartan mis gustos, para verla.
buenas noches.
23 de mayo.
para vos fui rubita, josita, chinita.
me tocabas la espalda con tus manos siempre tibias y suaves.
con el tiempo, no sé si se arrugaron o las venas se hicieron más notables, pero eran para mi, las manos del amor.
morí con vos muchas veces: en cada taquicardia, en cada enfermedad presumida, en cada real, en cada operación.
pensé que no superaría el día que te fueras: finalmente cuando ocurre, no hay tiempo, no hay despedidas, hay sólo un pequeño hito, un dolor, una extrañeza, y luego, sobreviene el recurpero de lo bien vivido.
fuiste la única abuela que conocí.
fuiste mi sustento.
me enseñaste a tejer con dos agujas: ropa de muñecas, gorros, a hacer pompones.
a cocinar tortas.
a manejar temprano.
que la mesa hay que ponerla con sencillez, pero con gusto.
le sacaste el chupete a delfina, que jamás volvió a usar.
me hablaste de la pasión y llegaste a confesarme, con tus años avanzados y sin incomodidades, "con tu abuelo la pasión, sí la pasión, un poco se ha aminorado, no hace mucho, ojo, pero el amor ha aumentado en igual medida."
te escuché,una y mil veces, la historia de tu vida.
también te vi llorar en igual cantidad, porque la historia es siempre el relato de algo que no vuelve: ni tu mamita ni tu padre (los mencionabas con distinta carga, probablemente así se diferenciaba tu relación con ellos).
nuestra última navidad, vos buscabas lo que ya no podías encontrar: una casa de infancia que dejaste de habitar setenta años atrás.
entonces supe que nos estábamos distanciando, como papá noel se aleja cuando perdemos la niñez.
juntas fuimos demasiado felices, y eso sólo puede comprenderlo quien lo ha experimentado.
de vos creo no haber heredado más que tus recuerdos: eras demasiado íntegra.
además, hay por allí unas sillas, el sillón de hamaca que acompañó a tata, un cuadro.
cosas.
pero lo que los otros no pueden tener, es esta sensación de plenitud que nos unìa: fuimos lo más cercano a la idea de paraíso.
yo no perdí a mi madre.
pinina era mi abuela.
no la perdí tampoco.
un día por la mañana, dicen que ella ya no se despertó, y ni sé cuánto tiempo ha pasado, ni me interesa.
sólo me importa que ahora mismo, necesito que me toque la espalda y no está.
que nos sentemos bajo el sol de mayo, para poder decirle, finalmente: qué suerte que he tenido que en un día como hoy, naciste para hacerme feliz!
feliz cumpleaños, mamma.
"en el instante en el que Luz Acaso y Álvaro Abril se conocieron, sus vidas se enredaron como dos cordeles dentro de un bolsillo." (Juan José Millás "dos mujeres en praga").
en algún momento él pudo tararear baby I love your way como tabla de salvación de aquello que vivía como el gran naufragio.
cuántas veces podemos naufragar, encallar y volver a empezar?, escribió mateo sobre la hoja en la que pensaba disponerse a dibujar.
"hágame una naturaleza muerta, con manzanas, peras, limones, algunos tomates,` así van con el tapizado, además algo plateadito brillando..."
no lo dejó terminar: comprendo su gusto, (señor mal gusto).
en cuanto pudo, vale decir, estuvo solo, mateo se acercó al atril y a la tela.
con el pincel grueso mezcló colores en la paleta.
hizo un melón partido, jugoso, de color verde blanquecino.
las semillas se desparramaban sobre una mesa de mármol, al lado una cuchilla de mango de madera, un vaso alto y un cuaderno de receta que insinuaba: la siesta del melón.
"1. busque en la frutería un melón de mayor dimensión que el cierre de sus dos manos, juntando dedo gordo y chiquito.
2. acérquelo a su cara.
3. huélalo.
4. presione los extremos y si están levemente blandos y despiden olor dulzón, será el elegido.
5. llegue a su casa -si, usted debe tener jardín o inventárselo-
6. melón y cuchilla en mano, y mesa de marmol amplia en el jardín donde apoyarse, córtelo por la mitad: extremo a extremo; luego en seis gajos.
7. limpie las semillas sobre un diario: déjelas secar, ya las usaremos para la siembra.
8. siéntese al sol, sobre el pasto.
9. coma el melón y viva la vida.
corazón de melón. (10)
a veces está dulce y otras se tritura por dejarlo pasar de punto.
sobre la vereda de la infancia, rosa me hamacaba sobre su falda, mostrándome la luna.
ella era algo de mi vecina -hermana, tía, empleada-
nunca supe bien qué relación tenía como tampoco su edad.
rosa me acunaba en una mecedora de lona.
la vereda era nuestro observatorio celestial.
las 3 marías, la del medio es la mia, me repetía, abrazándome fuerte.
rosa parecía quererme, al acunarme y reirse conmigo.
nunca me dijo que prefiriera a otra estrella que no fuera la del medio.
y aunque así lo hubiera pensado, lo callaba.
rosa era sabia: el amor tiene mentiras que alimentan como el melón a una siesta de otoño, sobre el pasto tierno.
buenas noches.
inés escribe confusamente: no sé si fue el chocolate demasiado dulce o sus besos, o la conjunción.
pero no me puedo sacar de encima el sabor.
él, sentado frente a la biblioteca, pleno y tirando la cabeza hacia atrás, concluye: no hay chocolate que no me recuerde su boca.
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ellos están en diferentes lugares, situaciones y momentos, pero hay algo que los une, y debe ser el chocolate derretido a baño maría.
buenas noches.
en cada viaje entro en las iglesias.
fotografío las penumbras, las imáenes, los bancos vacíos.
permanezco unos minutos sentada, casi siempre, frente a un cristo crucificado.
el silencio de la iglesia y el abismo entre la ausencia de fe y la imagen, me hacen llorar, con disimulo.
en algún momento creí, y el silencio del crucificado se rompía para darme razones que justificaran no su muerte, sino mi vida y los avatares.
el fin de la creencia es el enfrentamiento con mi propia limitación y levedad.
pero el silencio de las iglesias, aunque arranque lágrimas, me reconforta.
hay otros silencios que son perturbadores.
como cuando uno está frente al analista y no sale nada, y el reloj sigue marcando los minutos, y caen las fichas del taximetro, y uno siente, indefectiblemente que está perdiendo el tiempo, y que pronto llegarà a su fin.
hasta que se rompe -casi siempre al lìmite del final- y sobreviene la pregunta: qué está pasando que debo acallar todo?
y como al mirar el cristo crucificado en el que no creo, se disparan lágrimas y aparecen imágenes y razones que la razón no entiende.
y es que entre silencio y silencio, estamos vivos.
y de vez en cuando hay que llorar, pero que no se note demasiado.
DATO QUE FALTABA SOBRE LA FOTO: la imagen, totalmente movida -me temblaba el pulso por el frío- no es de ninguna iglesia, sino del monte urgull en san sebastián.
allí me quedé un rato detenida, mientras subía corriendo y me apoyé en una rejita.
ví el mármol gastado y me dio paz -al fin y al cabo alguien se acordaba de los ignotos-.
además, desde arriba, me inspiraba un cristo no crucificado, a quien quería llegar para ver el mar tan azul y único desde la màxima altura que podían recorrer mis pies, con la creencia, única creencia, de saber que ese momento no se volvería a repetir.
f. Esgr. La que consiste en tocar el diestro con la flaqueza de su espada el tercio medio de la del contrario, para que este acuda a herir, confiado en la posición dominante de su acero. (DRAE)
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llevaron horas presintiéndose, escuchándose.
las miradas sostenidas y las bajas, hablaban más que las palabras.
ya había caído la noche, cuando desde un lugar indefinido se siente un jadeo, leve sólo al inicio.
a medida que el tono subía de escala y era inconfundiblemente femenino, suplicando demasías, él fue poniendo energía a su voz:
-señorita, otro café, por favor; qué encuentro interesante; sientes frío? puedo ofrecerte mi saco.
es curioso, es curioso, repetía, la miraba, y volvía sus ojos a la mesa.
ella le respondió un corto "sí", y comenzó a reir: el jadeo del fondo -ellos buscaban, con intenciones de encubrir envidia o vergüenza, el edificio cercano que contenía a los enamorados- se había transformado en alaridos inocultables.
él ya no podía enmudecerlos, a pesar de la intención de disimular la situación.
-estás tentado? le preguntó ella sonriéndole por lo bajo.
-en qué sentido?, le respondió él, entregándole una barrita de chocolate.
las preguntas elevaron la provocación.
él le tomó su mano derecha y, apoyó sobre ella su boca, despacio.
ella, inmutable, con la izquierda le levantó el rostro, desligó la derecha, tapó sus ojos, probó y le convidó chocolate.
sobre la mesa, el café se fue enfriando.
ellos permanecían ajenos a la música, a la ventana de la jadeadora que se cerraba presuntuosa, al paso de javier que se alejaba hacia la cocina, a los dos hombres que hablaban de negocios y jamás advirtieron ni el jadeo, a la llovizna, a la hora.
se besaban, enchocolatados.
él apretaba fuerte los ojos y se decía hacia adentro: no quiero despertar
el ombú tenía un hueco perfecto (entonces yo pensaba que era la casa de los enanitos).
y después del hueco, una pendiente (mi tobogán preferido).
lo trepaba con la destreza de un gato.
alguna vez fui gato (qué mal suena, pero a esta altura de los acontecimientos, de ser cierto, sería un detalle interesante).
el tiempo nos pasa por encima y cambia colores, dimensiones, afectos y hasta los gustos.
hoy veo un gato y se me ponen los pelos de punta.
y a él también.
pero lo que permanece es el ombú.
no entro en el hueco y la pendiente es demasiado sutil para deslizar una nuez.
allí iba a jugar a las escondidas.
yo no quería contar nunca: 1,2,3, porque me daban ganas de espiar, y desde demasiado temprano tuve el impulso de esquivar la tentación.
pero mi escondite era obvio y conocido por todos: el hueco del ombú.
pila para pini.
hoy ni dicen más pila, sino pica. (o tal vez sólo en entre ríos así le decíamos, o yo fui la única que llame de ese modo al descubrimiento del buscado).
sea como fuera, era descubierta, pila, pica o piedra libre.
corría como loca hasta el otro árbol, que al tocarlo salvaba mi suerte.
nunca fui diestra en los 100 metros llanos.
en los más extensos y ondulados, menos.
pero ese viento entrando por la boca abierta, que va a contramano deseseperada, hacían del momento algo único. algo feliz.
madrugando leí que lavié y lynch (digámoslo sin nombres, para que tengan acentos europeos) harán "victor victoria".
por qué elegir el camino del patetismo? no existirá un ombú gigante donde se puedan guardar los papelones de la gente?
el film original lo vi por mi abuelo y lo adoré por él.
yo quería todo lo que el quería.
también, un hombre y una mujer.
luego, un hombre y una mujer veinte años después.
a esta última la vi más de una vez en una sola tarde: es que era función continuada y yo había entrado de contrabando al cine.
entre el salpicadito de lectura, me vengo tambiénn a enterar que, después de añares de investigaciòn, el orgasmo genera felicidad.
gran descubrimiento. (debería leer más a menudo los descubrimientos)
de vez en cuando haría falta deslizarse un poco por el ombú, mirar buenas películas, jugar a las escondidas, hacerlo detrás de algún árbol hasta quedar exhaustos y "felices"-puede ser en la ladera opuesta del ombú-, reirse de la investigación y dejar que la vida fluya.
ahora sería un hombre y una mujer 40 años después, pero lo bueno permanece.
ellos habrán tenido su momento de felicidad, al menos de ficción.
y a mi me lo dieron de verdad.
buen domingo, mientras voy a tender las camas y tarareo la música que acompasó el amor de pantalla.
abandonaron la plaza de la colina, y siguieron camino.
apenas intercambiaban monosílabos sobre árboles y edificios.
ginkgo biloba, apuntó ella.
él le respondió con un ciprés calvo, y sintió como al decirlo, a ella le cimbraba el cuerpo y se escapaba su mirada.
"a los siete años plantamos un ciprés de los pantanos en el jardín de la casa de mis padres.
cada 8 de diciembre cortaba hortensias para decorar a la virgen que peregrinaba alrededor de la plaza, y envolvía cajas de zapatos con papel de regalo para colgar del ciprés calvo.
nadie lo observaba, excepto yo, que vivía encantada la transformación del verde al rojo y del rojo al desnudo.
cuando se fue en altura y ni la escalera nos dejaba alcanzar la copa, con la misma decisión que con la se lo plantó, también se lo taló."
él la miraba con magnetismo adolescente.
ella era ciprés en otoño con las hojas rojas tapizándole el suelo.
por debajo de los anteojos negros, se le corría la pintura.
apoyó su mano con prudencia en su brazo y la condujo hasta un bar.
una pizarra en la entrada, escrita con tiza blanca, anunciaba "casa nueva".
dicen que en la cocina de este lugar se endulzaba el alma.
desde un ventanal de hierro forjado mirando al jardín y a la huerta escondida al fondo -detrás de la reja en la que trepaba la glicina-, javier ponía todos los frutos y las hierbas, sobre la mesada de caoba maciza, como pintor que mezcla colores en la paleta.
ninguna fruta se resistía a su obra.
esa tarde de abril, javier eligió cerezas.
con su delantal de algodón blanco que hacía más oscuro su pelo renegrido y los ojos al compás, hizo una tarta que les sirviò con un te de naranja.
las manos de javier comprendían la ligereza de la harina y sus dedos largos se confundían con ella como la sal en el agua.
amasaba como amaba: dedicado y delicado, hasta que el sonido de la masa anunciaba el punto justo de unión y levado.
los sabores le entraban por los ojos y en ellos se reflejaban.
javier permaneció al lado de la pareja un instante, comentándoles que cada rincón del jardín tenía su encanto y su perfume.
y su nombre.
ellos, bajo la sombra de la morera, vieron como la mesa de madera dejaba unas letras gastadas al descubierto.
lo que los ojos no podían leer, el tacto delataba: ramtia.
es de mi amigo, comentó javier.
aquí le preparo esta misma tarta y el me regala otros sentidos.
javier se alejó.
sentado en la sala que lindaba con la cocina y junto a la mujer más bonita del lugar, los mismos dedos que antes hicieron el manjar, arrancaron de las teclas el sonido del ciprés calvo.
You must remember this
A kiss is just a kiss, a sigh is just a sigh.
The fundamental things apply
As time goes by.
And when two lovers woo
They still say, "I love you."
On that you can rely
No matter what the future brings
As time goes by.
las melodías cambian, pero javier sigue al piano.