20 de Octubre 2005

INCONCLUSO

sun (brother sun) 1970 dennis stock.jpg ella elegió cada detalle de la ropa que usaría.
dudó entre el blanco y el negro: el primero la hacía parecer una novia.
se quedó con un traje negro entallado, de tela liviana.

un collar sencillo color ámbar dio varias vueltas en su cuello, y sería su único arreglo.
nada de pendientes (excepto las ideas).

el papel de seda que antes había resguardado al collar, sirvió para cubrir los tallos ariscos de los girasoles recién nacidos, cortados por la mañana, y que llevaría de señuelo.

14 girasoles, pequeñísimos y extraños formando un ramillete desparejo.
los mismos que, horas antes, habían dejado 14 rasguños apenas perceptibles en sus manos.

todavía era temprano.

a medio vestir, con los zapatos de taco esperando al costado de la silla, tecleó su password: ”tosca” –todo en minúscula- y empezó a navegar.

una marejada le devolvió la noticia: Eduardo Haro Tecglen se había ido para siempre.

recorrió sus últimos cinco años: había descubierto a Haro Tecglen en El País digital, y se le hizo vicio leer sus artículos.
la admiración tomó las formas que la imaginación quiso darle, y haro tecglen fue para ella un magnífico cuarentón de estatura mediana, castaño, sobrio y más bien callado.

sabía que vivía en parís y eso era un valor agregado, porque también lo hacía caminando por las callecitas enmarañadas de saint germain.

pasado un tiempo, fue el mismo Haro Tecglen quien le volaría de un plumazo la creación adolescente, al hacer referencia a sus actividades periodísticas en años en los que ella ni siquiera estaba en la ilusión de dios.
había caído en la cuenta de que Haro podía ser su abuelo, pero no lo era.


Cincotti
cantaba baby i changed the rules, desde la habitación contigua.

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Acomodó el saco del traje, ligeramente lo repasó con sus manos para borrarle las arrugas, se miró al espejo recogiendo parte de su pelo, el corrector sirvió para atemperar los resabios del llanto que le arrancó la partida de Haro, y un labial suave dio brillo al rostro cansado.

14 girasoles en mano, cartera colgada en el brazo izquierdo, se dirigió al lugar.

veinte años no es nada, repetía para adentro.

llegó.

pidió al dueño del lugar que pusiera el ramo de girasoles en agua, menos uno, que ya había usado como señalador de "la misteriosa llama de la reina loana"

Preguntó la hora –ella no usaba reloj-. Seguía siendo temprano.

-Una fanta naranja, por favor, fresca y sin hielo.

Veinte años no es nada, y veintipico

Escrito por pini a las 12:50 PM | Comentarios (8) | TrackBack