viernes 9 de septiembre por la noche.
no había llevado chocolate al cine, pero sí pañuelos de papel (pura casualidad, más que previsión).
comienza a rodar en la pantalla "la sal de la vida", y para adentro, la vida que se me fue.
un señor a mi derecha, ya mayor, escuchaba con calma el tic tic de la caida de mi llanto. (debo haberlo molestado, pero lo soportó estoicamente).
siempre me hizo llorar la cebolla, pero jamás la sal.
el film fue un tesoro que guardaré.
el actor, de pequeño y de adulto, maravilloso.
una escena: la del bourdel.
una imagen: la inicial.
y la que ilustra este post la saqué sola, solita y sola, caminando sin rumbo hacia la parte antigua de Donosti, buscando no sé que cosa.
pasé, ví el cocinero armado, me dieron ganas de entrar y la vergüenza me frenó.
como recompensa o castigo, me encaminé hacia el monte urgull, y lo subí corriendo.
desde allí llamé a Pepe, un amigo, y me sentí aliviada.
estaba ya bien elevada sobre el monte, sentada sobre un modesto banco de madera gastada por la intemperie, de espaldas al mar y mirando hacia arriba a un cristo que no me contenía.
pepe anunciaba que me esperarían en el hotel de londres para el almuerzo.
hubiera querido desarmar una margarita sobre el banco, para ver hasta dónde llegaba el amor.
pero el amor llega hasta donde queremos, y punto.
y aparte.
buenos días, que ya es hora, y el hotel de londres queda más allá del mar infinito.
y al film véanlo, aunque no lloren, sólo para sentir volar la canela.
o para que kozinzki vea como puede condimentar sus peras con otros sabores.
hasta pronto.