una brecha corta los separa.
y se puede cruzar con sólo pegar un saltito, mínimo, certero, astuto.
el film que da título al post, es uno de mis preferidos.
para quienes cold play les quema la cabeza, está secrets gig.
buenos días.
En un cajón del escritorio, entre borradores y cartas, interminablemente sueña el puñal su sencillo sueño de tigre, y la mano se anima cuando lo rige porque el metal se anima, el metal que presiente en cada contacto al homicida para quien lo crearon los hombres.
A veces me da lástima. Tanta dureza, tanta fe, tan impasible o inocente soberbia, y los años pasan, inútiles.
Jorge Luis Borges, El puñal.
De la heladera de madera de doble puerta aferró la manija de acero, aplicó fuerza y abrió, estirándola hacia si.
(todavía funciona, pensó, retirando la barra de hielo).
La apoyó sobre la mesada, y con el mango de madera de la cuchilla, comenzó a golpear.
Cada estacazo hacía eco en su cuerpo entero, que respondía acelerando el pulso.
Lo comprobó, apretando su muñeca.
Malena está sola con su hielo hecho añicos.
En puñados, lo coloca en su boca, lo muerde, lo saborea.
Rie y se congela.
Se congela riendo, anestesiada.
Perseguida por la idea de cortar, busca del cajón de la cocina una hoja de afeitar que le despunta la mina del lápiz negro que usa para anotar las compras.
El que ahora le sirve para escribir una pocas letras anacrónicas.
Coloca el dedo anular en su boca, lo empapa.
Lo apoya sobre la hoja de afeitar, queda pegada al mismo y la levanta: llevándola hacia su lengua que sale despacio al encuentro.
La lengua se pierde entre las rendijas del medio.
Dirige sus pasos hacia la carta que lleva 17 años guardada en la misma bolsa de cartón, junto a fotos demodé.
La saca, la condena, la ejecuta.
Una luna cuarto creciente hiere la hoja con la otra hoja.
Luego traza una línea recta desde el extremo inferior de la luna y la dirige hacia adentro.
Dos iniciales que se confunden.
Ya empieza a sangrar, pero no siente.
Todavía está helada.
A borbotones se tiñe la carta cortada.
A borbotones malena, te alejas del recuerdo.
Y lo entierras, entre el rojo, para olvidarlo.
Y que sea para siempre.
hace algunos años, miraba al pequeño liquidambar luchar por vivir.
apestado, con menos hojas en primavera que entrado el otoño.
hay que darle tiempo, pensaba.
el domingo lo he visto, después de que la casualidad y los desencuentros le dieron lo que necesitaba: tiempo.
me ha pasado más de un metro en altura y sus brotes parecen explotar.
tomé la pala grande, y fui intentando roturar la tierra, para hacerle una HOYA(orginalmente escribí olla y luego al leerme, me reí del fallido y la brutalidad), grande, esponjosa, en la que el agua drene hasta alimentarlo. (madre nutricia)
le saqué los yuyos.
y me puse a verlo.
él tuvo soledad y tiempo.
dicen que lo que no mata, engorda.
a esta altura de mi vida creo que lo que no mata, fortalece.
soledad y tiempo.
bebo mi café casi helado (caliente lo detesto), y miro los libros que me faltan leer.
lejos de angustiarme la idea de si me alcanzará la vida para llevarlos conmigo, me nutre la posibilidad de poder elegir alguno que quier devorar.
ver que el liquidambar creció me llenó de ganas de volver.
sólo es cuestión de imitarlo: soledad y tiempo.
buenas noches, que en breve los brotes abrirán y estarán primero verdes y luego sus hojas se pondrán rojas, enrostrándome que la vida continúa, y qué bien lo hace.
NOTA AL PIE: sí, se escribe hoya y no olla, pero es que en ésta última los sabores me resaltan.
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malena piensa en el desorden del caos, y se contenta.
ha seguido el camino ondulante que marcaron las hormigas.
el cielo incendia los fondos.
viaja a los naranjos.
a aquellos que alguna vez trepó.
a éstos que ahora por azar le azharean el recuerdo.
una mirada que tiene gusto a menta y naranja.
"Algo hay en mi de excelente marinero en tierra, cuanto menos, o de sereno pez fuera del agua. Quiero decir que puedo soportar tranquilamente estar bastante tiempo amarrado a algo. O a lo mejor esto de dejarse amarrar o aplastar tanto rato, por las buenas, es una resignada y católica manera de saberla pasar en este valle de lágrimas. En cambio, en el aire sí que no me ataría nadie y desde muy niño me di cuenta de que la imaginación que yo poseía no tenía área. Siempre me ha encantado que me dejen solo con mis ideas, que por lo demás no he querido imponerle a nadie, porque pienso que no sirven para la tierra sino para el aire, que no sirven para andar sino para volar..."
Alfredo Bryce Echenique, Permiso para sentir
bailaremos, sí juntos, como lo sabíamos hacer.
volaremos.
apretadándome la cintura y yo apoyando la cabeza en tu hombro.
que las piernas se mezclen.
bailaremos, que la vida es corta, y para caminar hay tiempo.
malena acomoda su vestido, después del desenfreno amoroso.
malena está con colores cambiados, llenita de vida.
malena está feliz.
malena abrió una rendija, que le permite cotejar el paisaje desértico del paraiso, y por él se fue colando, primero con una mano, luego con los dos brazos, finalmente asomó su cabeza y se tiró de lleno.
malena vio la foto en la revista, y fue a comprar una tonelada de limones, los partió en mitades, los bebió a su antojo.
cómo puedes? semejante acidez...
déjame, dijo malena, que me quite un poco de encima tanta cara de felicidad que me asusta la envidia.
buenas tardes de casi primavera.
ojalá que te enamores.
renegar del amor: del trayecto de la palpitación, del deseo, de la ternura, de la ilusión, del calor, de la caricia, del beso.
ojalá vivas enamorado lo que te reste, y si hubiera otras vidas para sumar, también.
que no nos vengan con maldiciones gitanas, que ya somos grandes, y no estamos para sentir en miniatura.
es que a esta vida con tanto ajetreo, no le ha quedado ni espacio para el suspiro.
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malena tomó en brazos a su hija, después de soportar, el dardo final de su madre.
se la prendió a su cintura, como abrojo recién pisado, abriéndose camino, apresurada.
alguien tiene miedo, le retumbaba.
yo no, se decía, y pasaba con descuido la mano sobre su cara empapada.
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pandora, dibuje una rostro.
sus dedos largos y finos tomaron un caran d`ache prismalo aquarelle rojo sangre.
hizo un garabato.
luego aplicó fuerza al trazo.
una y otra vez en redondo.
rellenó un círculo.
sobre el borde superior de la esfera roja hizo una incisión, de la que partieron dos caminos curvos: uno hacia la derecha, otro hacia la izquierda.
bajo el borde inferior hizo un pico, en el que parecía suspenderse el resto de la hoja blanca.
pandora, y el rostro?
ella elevó la hoja y la dio vuelta enfrentándola con la cara de su maestra.
eso no es un rostro, es un corazón.
pandora le hizo hombritos.
está adentro del rojo, lo pensó y no lo dijo.
sus dedos volvieron a la caja de lápices de dos pisos.
tecleó despacito 'sobre el puente de avignon, todos bailan todos bailan'... quiero ir allí, con la cara corazón.
buenas noches.
ella se orienta al norte.
él mirando al oeste.
sus cuerpos marcan las 9 en punto.
no se dirigieron la palabra.
tampoco la mirada.
ni una mano tocó a la otra.
son las 9 exactas de la soledad y el desamparo.
observo con bronca.
más de uno debería correr las agujas del reloj, o tirarlo a la basura.
(a ver si nos entendemos.)
todo es efímero rezaba alguien que conozco, a modo de salmo profano de libertad que no se animó a usar.
todo es 9 o' clock.
por más que intente, las manitas del reloj han quedado tiesas.
hace cuánto no las moverán?
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malena canta el tango, como ninguna.
entona otro.
ella camina callejón abajo.
lleva en su mano un reloj despertador con campanillas arriba.
las paredes se le vienen encima.
apura el paso para adelantar el destino.
a las 9 en punto les cambiará la cara.
aferra reloj.
apunta al horizonte.
se limpia el rostro llorozo.
con la violencia con la que no puede extirpar lo que le ocurre, levanta la mano y lo azota contra un muro.
cae, destruido.
no quedaron agujas de reloj.
no quedó vidrio.
sólo suena la alarma del despertador que se ha disparado.
no quedaron nueves ni para noche ni para día.
despierta, malena, despierta.
da media vuelta.
levanta la mano en alto.
dice au revoir.