el paraíso tiene frutos pequeños, semillas, bolitas.
debajo de él poco o nada crece, porque lo que debiera ser alimento, mata.
ellos pintaron el carro ruso de verde noche.
para las ruedas eligieron el rojo y todos los metales negros.
fue un enero caluroso, que se volcó sobre el carro como ellos sobre la ilusión de darle algún sentido, cuando la falta de caballo, detuvo definitivamente su marcha.
llenaron la caja del carro de tierra bien abonada y liviana, mezclada con resaca de rio.
se desgranaba sola.
ella hizo pequeños huecos, -veinte centímetros deben separarse unos de otros, aseguraba- calculando la distancia con la mano.
estiraba los dedos: entre el pulgar y el meñique están los 20.
no me hace falta el metro.
en cada hoyo, plantó una alegría, también roja.
pronto contrastarán con el verde noche, pensó, mientras sacaba con su mano agua del balde, y la esparcía, lenta, humeciendo apenas, la obra recién concluida.
a la sombra del paraíso, las alegrían duraron menos que la ilusión, y se fueron despoblando de flores primero, de hojas después, hasta que la desnudez de los tallos largos y retorcidos, dio fin a la paciencia del espectáculo y ella los arrancó, desmadrando la tierra que quedó poceada.
---------------------------------------------------------------------
todo empezó por la búsqueda de un trozo de mármol blanco, mármol de carrara.
-quiero un blanco definitivo, nada de vetas grises.
como la mesada de la casa paterna: ancha, aspera por los rastros que dejaba la cuchilla.
-si pegamos dos planchas, parecerá ancho y estas vetitas sólo se ven acerándoles la luz, sentenció el marmolero novato.
-no, no me entiende.
el blanco definitivo no es manchado.
la anchura no puede ser simulada a la vista, sino real.
yo quiero poder machacar y que no se parta.
------------------------------------------------------------------
entre el carro ruso, que finalmente venció al paraíso -dicen que un rayo lo fulminó- y el mármol blanco, está la imagen de un adán arrepentido.
dicen también que a él lo expulsaron de otro paraíso, (manzana mata a primer hombre), y desde entonces debió padecer los avatares de la vida.
hizo bien, adán, después de todo.
la única razón que da valor al mármol blanco, a la anchura, al fin del traqueteo del carro, al verde noche desteñido, a las alegrías sepultadas bajo las bolitas del paraíso, es que éste nos fue negado.
y así, sin el paraíso quemado por el rayo y sin el otro, del que adán saltó para no volver, transcurrimos la vida, con el señal de la limitación.
con mi mano, entre pulgar y meñique, mido los 20 centímetros -centímetro más, centímetro menos.
no hay duraciones exactas ni paraísos por ganar.
de regreso al carro, ella sembró aromáticas.
repitió el rito del riego.
se sentó sobre una lomita y lo miró.
debe haber tenido la felicidad de eva al dar el primer mordisco.
dicen que todavía se siente perfume a tomillo, al pasar cerca del carro.
y ella, cuando vuelve a medir 20, se le llena de romero el recuerdo.
Texto super sensual. Estan involucrados todos los sentidos. Envidio eso. Ademas de tomillo hay olor olor a amapolas.
Una hermosa lluvia descriptiva sobre la piel de barro que somos.
¿La vida es una acto simple?
Escrito por Lord Cheselin a las 9 de Junio 2006 a las 03:02 AMgracias, lord.
la vida sólo es simple en la dicha.